jueves, 15 de noviembre de 2018

El partido impopular

La etapa de Rajoy, como he comentado varias veces, fue un pequeño milagro. Un remanso de paz en el río torrentoso de la demagogia política. Un milagro que permitió avanzar en infinidad de cuestiones: ETA, economía, empleo, Cajas, Eléctricas, nacionalismo catalán...

 
Por un momento se sustituyó la demagogia cortoplacista habitual del discurso político por la sensatez del gobierno. Por seguir con las metáforas, fue un castillo de integridad y sensatez, erigido sobre el terreno devastado por la demagogia de Zapatero y la crisis asociada.
Porque la demagogia siempre acaba en crisis, llegue esta desde el exterior o no. No se puede sorber (realizar tareas constructivas) a la vez que se sopla (se destruye la racionalidad con demagogia e intrigas)

Pero el castillo fue acosado por las fuerzas del populismo (Podemos y medios de derecha anti-Rajoy) y publicismo (PSOE y Cs). Que consiguieron asignar a Rajoy a la vez el papel de malvado de cuento que tanto gusta a los populistas y el de soso de los publicistas.


Un acoso que duró hasta caer derrotado por el ariete final: el Procés. Que, como un nuevo Tinell, facilitó la censura de un todos contra el PP.


Rajoy también cometió sus errores, por supuesto, aunque fuesen pocos y nada deshonestos.

En particular, el discurso le falló en tres facetas:

 - Escasez de discurso: Rajoy siempre pareció preferir dar los datos y que cada uno se montase su relato. Quizá lo hiciese por exceso de limpieza, por el pudor ante la idea de manipular. Pero la gente necesitamos un relato sobre el que asimilar los datos. Y las organizaciones lo necesitan para coordinar sus discursos. Sin relato, el partido no toca al unísono y la sociedad no entiende la melodía.

 - Errores de discurso: En algunos temas, el discurso pareció plegarse a una corrección política nada sana. Las lenguas locales no se critican, el frentismo con la memoria histórica no se responde, la deriva sectaria del feminismo se comparte, se aceptan los excesos perfeccionistas en el tratamiento de la corrupción... Fallos pequeños pero importantes. Fallos que, como vimos en las primarias, probablemente fuesen achacables más a Soraya, puesto que se vieron en el discurso de ella, no en los de Casado o Rajoy. ("Casado vs Soraya. Good vibrations" "Casado vs Soraya (2ª parte)"  )

 - Medios de comunicación: La política de medios fue un desastre a tenor de sus resultados:
     + Pareció querer estructurar el entorno mediático sobre un constructivo duopolio con Prisa a la izquierda y Planeta a la derecha. Pero la realidad es que han quedado ambos a la izquierda, con lo que España padece una vida mediática casi monocolor.
     + Los escasos medios de derecha remanentes estuvieron durante el periodo de Rajoy en una radicalidad que casi parecía un estado de guerra contra el PP. 
     + En los medios públicos, los sindicatos de izquierda se vieron fuertes como para intentar el asalto desde dentro.
Es decir, Rajoy acabó con todos los medios en contra. Y así no hay discurso posible.


Hasta aquí la etapa de Rajoy. Con un partido impopular pero grande; constructivo y sano. ¡Chapeau!


La llegada de Casado ha arrancado como un soplo de aire fresco. Corrigiendo, al menos en parte, las tres facetas que fallaban en el discurso de la etapa de Rajoy.
Y, en lo que se refiere a la organización, parece tener el partido alineado y estar promocionando a gente valiosa, como Alejandro Fernández en Cataluña (una buena combinación la de Alejandro en el Parlamento y Albiol en Badalona) 

Pero con el cambio en el discurso también están apareciendo problemas nuevos:

 - El primero es el riesgo de caer en el publicismo, empujado por la competición con Ciudadanos. Las sesiones de control en el Parlamento resultan un teatro esperpéntico. Con todos los grupos hablando para los medios y sin que ninguno diga nada digno de ser escuchado. Una cosa es incluir un detalle brillante y otra ser solo envoltorio.
A mi modo de ver, el Parlamento debería ser un sitio más serio. Donde se presenten planes de gobierno y criticas constructivas, con propuestas. No un concurso de mera dialéctica. Algo que además es el terreno ideal para los demagogos. No creo que Casado vaya a sacar ninguna ventaja en ese terreno a Sánchez o Rivera, especializados en ese tipo de concurso ("El engaño de Cs").

 - El segundo problema es el riesgo de volver a ser un partido incomprensible, que no se explica. Se ha visto con el tema del impuesto en las hipotecas o en el de la renovación del CGPJ. ¿Cuál es la posición del PP? Pues no se sabe muy bien.
Es cierto que hay unos hechos más o menos claros (propuesta de eliminar el impuesto o renovación en la práctica del CGPJ) pero no están acompañados de un discurso sólido, enunciado alto y claro.
Y creo que sé a que se debe. Es por el miedo tradicional del PP. El miedo a resultar impopular.
     + ¿Qué habría que decir en el caso del impuesto hipotecario? Pues la realidad, que el TS se equivocó al sugerir un cambio con retroactividad pero que lo ha corregido. No es que el TS se haya plegado a presiones, ni que la banca vaya a ser mala cuando repercuta el impuesto, que lo hará. El PP tendría que defender, alto y claro, al TS y a la banca frente a quienes los que atacan con populismo y publicismo... que son todos los demás.
Y, si se quiere, proponer eliminar el impuesto. Pero no usar esa propuesta para no enunciar claramente lo anterior.
     + ¿Y en el caso de la renovación del CGPJ? Aquí habría que decir cosas tan impopulares como que los parlamentarios son por ley quienes deben elegir a los jueces. Que por reprobable que sea la ministra Delgado, que lo es, se debe trabajar con ella mientras sea quien ostente la responsabilidad. Que un sistema en el que la elección la realizasen los jueces podría no representar el sentir general de la sociedad y es por eso por lo que los eligen los políticos. Y quizá hacer alguna propuesta, como la de los nombramientos vitalicios. 
¿Qué ha hecho en cambio? Hacer lo que debe, negociar, pero sin defenderlo con un discurso valiente, impopular.

Es decir, creo que al PP de Casado le está faltando presentarse como lo que debe ser un político: un líder, no un seguidor de la opinión pública ni el chico más popular del colegio.



Ese es el valor del PP. Gente profesional que es capaz de gobernar aportando algo a la sociedad. Crecimiento económico, defensa frente a los nacionalismos, colaboración entre comunidades y organismos, política exterior coherente... 
Ese es el valor del PP. Difícil de mantener, ya que implica aceptar ser impopular, pero valioso para el país y con rendimiento a medio plazo. Esa es su imagen y valor de marca.

Eso diferencia al PP del resto, que funcionan como concursantes de Gran hermano en el mejor de los casos (publicistas e intrigantes), o como sectarios sembradores de cizaña en el peor (populistas sectarios).


¿Corolario? Como dice el refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. 

Así como el PSOE está siendo todo menos social (no lo es el provocar paro y pobreza) o español (dada su colaboración con los nacionalismos antiespañoles), el PP será un partido valioso en tanto en cuanto esté dispuesto a tomar y defender medidas impopulares cuando se necesiten.

Ni el PSOE parece capaz de hacer honor a sus siglas, ni el PP debe renunciar a contradecir las suyas cuando sea necesario.

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