viernes, 28 de septiembre de 2018

La confusión entre defecto y crimen


Desde un plano ético, cabe distinguir entre un defecto y un crimen. Los defectos son criticables, pero no más, sin embargo el crimen es inaceptable.
 

Planteado así, Sánchez (y Rivera) hicieron mal durante la pasada legislatura al tratar como crímenes los más mínimos defectos de sus contrincantes del PP (acá un máster, allá unas cremas, acullá una empresa familiar). Y los españoles, al dejarnos llevar por esas malicias tan cercanas al cotilleo, sufrimos ahora las consecuencias: una fragilidad del sistema que a nadie beneficia y un gobierno que antepone sus intereses e imagen al bien común.

Ahí se podrían encuadrar el máster de Montón o las cuentas de Duque. Exageraciones perfeccionistas que tratan lo que es un defecto como si fuese una inaceptable impureza. Distorsiones.


Pero la distorsión no consiste sólo en acrecentar la importancia de los defectos. Quien todo iguala también aligera lo grave.


Lo que hace hoy Sánchez al mirar hacia otro lado ante los posibles crímenes de su Ministra de Justicia... eso puede ser una mancha realmente inaceptable.

Primero porque se trata de cómo se maneja la ministra Delgado en su propio mundo de la Justicia. No es una cuestión meramente personal o anecdótica.

Pero, sobre todo, lo realmente grave, es que parece que colabora con un extorsionador dando por aceptables sus tramas criminales y ofreciéndole información. No se trata de si muestra buen o mal gusto al llamar a alguien maricón. La cuestión es si informa a un extorsionador de que un juez es homosexual, o de que otros jueces tienen relaciones con menores, para que el extorsionador pueda seguir esas pistas y utilizarlas. 


Es decir:
Quienes trataron como crímenes los defectos del Gobierno del PP,
se quejan de que ahora se les aplique a ellos el mismo injusto baremo,
y, ya de paso, intentan hacer pasar como mero defecto lo que es un auténtico crimen.


¿Conclusión?
Es un defecto jugar con los defectos y tratarlos como crímenes, pero es criminal disfrazar de defecto un crimen. Y lo primero abre la puerta a lo segundo. 

domingo, 9 de septiembre de 2018

Populismo, publicismo y juego limpio


Se habla mucho del populismo en los últimos tiempos. Un término que no creo que tenga una definición realmente cerrada. 

Dice la RAE: Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares.

Y la Wiki: El populismo es una filosofía política que aprovecha los derechos y el poder de las personas en su lucha contra una élite privilegiada. Se trata de un concepto difícil de definir con exactitud, con el que se designan realidades diferentes...

Así que me permitiré jugar un poco con él. E igual que he inventado un concepto, el de las emociologías, me permitiré crear una variante concreta del significado del populismo. Algo así como una definición del populismo en el ámbito de las emociologías.


Además, puesto que lo relacionaré con la demagogia y el objetivo de conseguir un beneficio partidista, intentaré diferenciarlo de otras formas de demagogia publicitaria. En particular de lo que podríamos llamar publicismo, otra palabra a inventar.

Creo que con esto ya tenemos la piezas necesarias para atacar el tema. Vayamos a por una primera prueba.

Podríamos definir, en el ámbito de la teoría de las emociologías, los siguientes conceptos:

   Populismo. Estrategia política basada en separar demagógicamente a la sociedad en grupos enfrentados con el objetivo de liderar uno de los bloques. Recibe su nombre de una de sus versiones más habituales, la de diferenciar entre pueblo y élites. Pero también se da con otras variantes como la separación nacionalista entre los que se considernan locales y los de fuera, creyentes/impíos, negros/blancos, hombres/mujeres...

   Publicismo. Estrategia basada en decir a tu electorado potencial (al que ve como clientela) lo que estos quieran oír. O, en general, lo que convenga de cara a incrementar el voto con independencia de que los que se dice sea real, viable o responsable. Puede asemejarse, en el entorno de la política, a lo que en el mundo comercial se denomina publicidad engañosa.

Ambas estrategias son contrarias a lo que podríamos llamar responsabilidad, servicio público o simplemente juego limpio. Lo que en el entorno de las emociologías también también he denominado a veces como Emofree, libre de emociologías manipuladoras.

   Juego limpio. Estrategia política basada en conseguir el voto ofreciendo realizar un servicio público, pudiendo influir sobre las emociones (animar hacia objetivos, prevenir de riesgos... publicidad positiva) , pero evitando las estrategias emocionales que manipulan a la sociedad. Las exageraciones, engaños, presiones o chantajes emocionales por poner algunos ejemplos habituales, no se encuadrarían dentro del juego limpio.


Una vez definidos estos conceptos, se pueden utilizar para analizar tanto la ideología de base como las actuaciones de los distintos partidos e individuos. No olvidando que las estrategias no son excluyentes.

Un partido puede seguir una estrategia básicamente publicista pero incorporar ocasionalmente elementos populistas. E incluso ser limpio en algunos aspectos si en ellos le resulta rentable.


De cara a valorar las estrategias populistas creo que se puede utilizar la siguiente guía:


Para valorar las estrategias publicistas creo que lo mejor es atender a lo rompedor de sus ofertas y la descalificación de la realidad. Quien vende motos suele decir que estamos muy mal pero que el tiene una solución indolora que lo resolverá de maravilla.

Quien haga una estrategia limpia tenderá a usar a menudo datos contrastables y mostrar los resultados obtenidos.

 
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P.S.1 (15 sept 2018) Un ejempo:
Populismo de izquierdas: Los ricos nos roban.
Populismo nacionalista: Los de allá nos roban.
Publicismo de izquierdas: La gente tiene derecho a ganar más de la media.
Publicismo de derechas: Los impuestos son un robo.
Juego limpio: medias concretas para optimizar crecimiento y estado del bienestar en función de la coyuntura... no hay regla fija.