sábado, 21 de octubre de 2017

Emociologías: una 2ª Transición para Cataluña


El nacionalismo:
 un problema de prejuicios antidemocráticos

Cuando leo los infinitos artículos que circulan sobre el problema catalán, siento un cierto desánimo. Echo en falta el enfoque de partida que considero correcto. Un enfoque que permita centrarnos en lo que realmente es el nacionalismo: una emociología. Un movimiento que tiene como motor los prejuicios, no la razón.



Soy consciente de que lo normal será que cueste cambiar el planteamiento, es lo esperable, ya que la consideración del prejuicio como elemento movilizador autónomo y autosuficiente es una idea revolucionaria en la política. Siempre se lo considera algo que acompaña, no como la única causa.
Tan revolucionaria como lo fue para la psicología el reconocimiento de la importancia de la distorsión cognitiva en el funcionamiento de la inteligencia emocional.



Una cuestión aparentemente menor, un "¿qué viene antes, el sentimiento o la distorsión?", que en realidad tiene enorme importancia: las distorsiones son capaces de arrancar por si mismas sentimientos que luego realimentan las propias distorsiones.

El prejuicio es el generador de todo lo demás; de la argumentación racional, de los bloques políticos... de todo. El prejuicio es el origen de los movimientos políticos emocionales, esa es la enorme novedad que permite reenfocar estos movimientos.

Porque en el mundo de la política son muchos los manejan con habilidad los prejuicios. Todos lo reconocemos y sabemos que se gastan millones en propaganda sectaria. Pero nadie teoriza sobre ellos como causa última, como origen de los movimientos. Nadie parece ser consciente de su fuerza, de que son capaces de arrancar por si solos un movimiento político, sin la necesidad de ningún otro motor psíquico o sociológico.



Algunos ejemplos con el nacionalismo:

Es habitual achacar el problema nacionalista a falta de generosidad de una ciudadanía opulenta o a la necesidad de ajuste de las balanzas fiscales, como si los nacionalistas fuesen egoístas o sufriesen un trato desequilibrado. Como si tuviesen un problema de aceptación de la solidaridad interterritorial. ¡Y no lo tienen! Muchos nacionalistas son extremadamente generosos, solidarios y desprendidos. No tienen ningún problema con la solidaridad entre Barcelona y Tarragona, por ejemplo.

La explicación es sencilla cuando se enfoca en el elemento adecuado, en el prejuicio: el nacionalismo no es un movimiento racional (no piensa: nuestras balanzas fiscales están desequilibradas) sino emocional, de prejuicios (piensa: España nos roba). Las argumentaciones racionales son posteriores al prejuicio y evolucionarán según vayan siendo desmontadas.

Se coja el aspecto del nacionalismo que se quiera, el análisis siempre será el mismo: no es que los españoles sean distintos (una raza, idioma o cultura distinta, algo basado en una razón), es que España es un asco y todos lo sabemos. Ese es el motor.

O con la democracia. Los catalanes (que para los nacionalistas, por otro prejuicio, significa: los nacionalistas) son demócratas hagan lo que hagan. Es más, son los más demócratas ya que son víctimas de una España franquista, antidemocrática. Y punto. Ese es el prejuicio, las razones se irán adecuando a él sin mayor problema. Y cada vez que un argumento racional sea desmontado, se encontrará otro. El prejuicio se mantiene: Cataluña es superdemocrática y España franquista.

Este último prejuicio tiene además su importancia práctica ya que es la base del comportamiento antidemocrático del nacionalismo: el nacionalismo puede desplegar prácticas antidemocráticas ya que nunca se considerará a si mismo antidemocrático. Haga lo que haga.

Incumplir la ley, sembrar prejuicios políticos en niños o ancianos, politizar medios de comunicación, difundir información falsa, marginar a quien pretenda utilizar el español aunque sea lengua oficial, transformar la policía en policía del movimiento... por cerrarlo con algo contundente, en el País Vasco se llegó a matar al disidente (ETA) y el nacionalismo siguió teniendo claro cuál era el verdadero problema democrático: Franco y España. Y el voto nacionalista aumentó, no disminuyó. Tal es la fuerza del prejuicio.

Vale. Creo que hasta aquí llega la presentación del caso: El nacionalismo es un problema de prejuicios supremacistas que da lugar a un entorno político asfixiante y sin garantías democráticas
Lo que, con buen ojo, ¡Basta Ya! denominó en su día el nacionalismo obligatorio.




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  La necesidad de una 2ª Transición en Cataluña


A lo largo de los últimos tres años he ido desarrollando mi blog esta idea de la importancia de los prejuicios en política. Casi siempre enfocando en el nacionalismo, ya que es la emociología (entendida como estructura estable de prejuicios) que conozco más de cerca, la que yo mismo mamé durante mi infancia en Bilbao.
Y últimamente lo he centrado en el nacionalismo catalán por motivos de actualidad obvios.

No voy a reproducir toda la argumentación aquí, por lo extenso. Aprovecharé que ya tengo mucho escrito e intentaré presentar una línea argumental  coherente facilitando el acceso a los detalles mediante enlaces. Soy consciente de que esto puede desanimar un poco la lectura y lo lamento. Intentaré hacerlo lo más legible posible pero desarrollar todo de continuo me obligaría a escribir más bien un pequeño librillo que un artículo y... eso lleva tiempo, quizá en el futuro. (nota)

Así que vayamos a por la 2ª Transición.

En Cataluña se han producido dos novedades, ambas importantes:

 1) El nacionalismo se ha radicalizado según una secuencia que yo denomino de "conductor al abismo". Básicamente se habían desplegado durante 40 años unos prejuicios tan fuertes y tan generales que la sociedad estaba preparada para seguir a un flautista de Hamelín. Y Mas ejerció ese papel de flautista.

 2) Parte de la sociedad catalana no nacionalista ha reaccionado por primera vez (manifestación 8 octubre). Esto tiene un mérito extraordinario ya que, por un lado, muchos de ellos mismos están contagiados en parte de los prejuicios, y además, por otro lado, saben que el nacionalismo no empatiza con quien se opone, suele ser cruel.




 Esto ha facilitado la formulación de un relato nuevo, distinto. Un relato que no es frentista sino de defensa de la democracia y la salud emocional. Un relato de defensa frente a los prejuicios de un nacionalismo que se ha vuelto obligatorio y opresivo. 




Ha facilitado también a visualización de una comunidad nacionalista cautiva de los prejuicios. Que renuncia a la razón (Cataluña es hoy el reino de la posverdad) y prescinde de consideraciones prácticas (si nos quedamos fuera de Europa o huyen las empresas, da igual).
una dirección nacionalista abiertamente manipuladora. Con su doble mensaje habitual:

  – mensaje emocional: victimismo, culpa, pena, confusión, provocación, amenaza.

  – mensaje formal: queremos diálogo, buena relación.

No en vano, no encuentran apoyos en Occidente salvo en partidos similares.






Estos cambios permiten plantear lo que sería una auténtica 2ª Transición para la ciudadanía catalana, tras 40 años de pensamiento único nacionalista.

Tan sólo falta que finalice la reacción en la izquierda, especialmente esperanzadora en el PSOE, ya sólo pendiente de que sus filiales en las Comunidades Autónomas con nacionalismo (PSC, PSE...) superen el fuerte contagio de prejuicios nacionalistas que padecen. (quien esté libre de prejuicios, que tire la primera piedra; no seré yo)






Para tener el consenso mínimo que permita emprender la recuperación de la sociedad. Con un tratamiento que incluya:

    - diagnóstico compartido;
    - desactivar mentiras;
    - publicidad opuesta;
    - evitar sectarismo autodestructivo entre quienes se oponen;
    - recordar la importancia de los distintos los elementos de la democracia real;
    - evitar la permisividad. Última pero probablemente la más importante. No permitir al manipulador ocupar y dominar todo el espacio público. Sin ese ambiente obsesivo y monocolor, de propaganda constante, el manipulador no es nada. Y ese dominio sólo le es posible saltándose la ley (símbolos, educación...).

El nacionalismo no se hubiese vuelto antidemocrático (obligatorio) de no ser porque durante años se acostumbro a estar por encima de la ley, porque se fue permisivo con el incumplimiento de la ley.




La Transición nos liberó de los prejuicios y estructuras de la dictadura franquistas.
Esta 2ª Transición servirá para liberar a la ciudadanía catalana de los prejuicios y presiones antidemocráticas nacionalistas.


Una Cataluña que no acepta ser monocolor y una España integradora e integrada, que valore el mestizaje en vez de potenciar bloques herméticos que por su aislamiento acaban siendo terreno abonado a los prejuicios frentistas.






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Corolario: aplicación a un mundo posmoderno


Quizá esta experiencia con el nacionalismo contenga una lección frente a los problema del posmodernismo político actual (Brexit, posverdad...)

Las democracias, afortunadamente, han limitado enormemente la coacción física, lo que ha dado a la influencia emocional un relevancia aún mayor. Potenciada además por el fracaso de las ideologías en el siglo pasado, la liberación de las costumbres y el enorme avance en las comunicaciones.

Esto obliga a incrementar la atención sobre las emociones, aprovechar su ligereza y creatividad pero evitar que esa misma volubilidad nos conduzca hacia nuestras peores pesadillas.

En este mundo posmoderno en el que afortunadamente no están mal vistos los juegos emocionales, estará bien que nos protejamos para que tras una noche loca nos encontremos con que, por ejemplo, nos despertamos casados.

 






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 Nota: Estaría encantado de encontrar un colaborador de cara a la posibilidad de transformarlo en un librillo, quizá unido a la teoría sobre las Emociologías.

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