sábado, 30 de junio de 2018

Marcar el territorio

Nacionalistas, populistas, islamistas, correctos... todas las emociologías buscan el poder por el dominio. La manipulación siempre busca dominar.


Por eso, todas aquellas fuerzas que ven la política como un juego de manipulación frentista, tratan de imponer sus colores por todo el espacio público. Y, a medida que se van viendo fuertes, incluso impiden la exhibición de cualquier elemento que puedan interpretar como contrario a sus ideas. La conocida censura.


Una estrategia que tiene un claro componente publicitario, pero también una faceta aún peor. Es una forma de marcar el territorio, de hacer ver que esos son sus dominios, dando confianza a los propios y acogotando a quienes no comulgan con sus colores.




Este tipo de presión manipuladora es clara en el caso de las banderas por parte de los nacionalistas, llegando a saltarse la ley de símbolos para arrinconar la bandera de España. O en la obligación de que las mujeres vayan cubiertas, en el caso de la manipulación del islamismo.




Pero son muchísimos más los elementos con los que los políticos manipuladores  marcan el territorio a sus conciudadanos. Aquí algunos ejemplos, en una lista que intentaré actualizar de vez en cuando pero que sin duda es inacabable: 


 - Cambiar los nombres de las calles. Esta pertenece también a las obvias. Salvo casos excepcionales, no hay motivo en democracia para cambiar los nombres de las calles. Salvo el interés de demonizar a una ideología que se asocia al contrario o por ensalzar la propia, claro.
El caso de la calle donde vivía mi abuela, en Bilbao, me parece paradigmático. Pasó de llamarse Avenida José Antonio a Avenida Sabino Arana. O franquista o nacionalista. ¿A nadie se le ha ocurrido que poner nombres partidistas a lo común es muy poco respetuoso?
Yo no pretendería que ahora se cambie, así se quede la avenida Sabino Arana, pero no estaría mal hacer lo mismo con las franquistas... que la gente ya no sabe ni quienes son.

 - Sacar a Franco del Valle de los Caídos también se puede encuadrar aquí. Aunque en realidad cumple con dos objetivos, ambos habituales de las emociologías:
      + Enfrentar a la sociedad.
      + Marcar el territorio. Demostrar que ellos mandan.



 - Lacitos, pintadas, cambios en las señales con topónimos, camisetas... simbología variada que recuerda a la propaganda en época electoral. Sólo que se realiza sin control y de forma perenne. Acabando con la exigible neutralidad ideológica en el espacio público.



- Lenguas locales. Esta es un poco más sutil, pero es parte de lo mismo. La base del nacionalismo es separar a la gente de aquí, de la que no es de aquí. Signifique de aquí lo que signifique, que suele ser interpretable según el interés del momento. Para este tipo de emociología (el nacionalismo) la lengua adquiere un papel esencial. Suele ser un elemento básico de separación entre ellos y el resto de España.
Y como en el fondo todos sabemos que es así, imponer la lengua local es otra forma de marcar el territorio. Que todos sepan que aquí sólo está bien vista la  lengua local.
Es decir, la imposición de la lengua local tiene dos funciones:
 - alimentar la emociología favoreciendo la diferenciación
 - marcar el territorio

Y funciona.



  
- Acercamiento de los presos al lugar del crimen. Esta es una forma especialmente cruel de marcar el territorio, así que se suele intentar disimular apelando al buenismo: no ensañarse con los presos alejándolos de sus familias (¡cómo si alguien se estuviese ensañando!)
Si fuesen sensibles al sufrimiento de los propios ¿habrían asesinado a Yoyes? ¿no evitarían los homenajes provocadores que dificultan la defensa acusados y presos?

La realidad es que el sentido político no es que los presos vuelvan a sus casas. El sentido político es que vuelvan al lugar del crimen, donde sus compañeros y afines mandan y les esperan.

Lo normal cuando una persona agrede a otra es que se le imponga un alejamiento, para impedir que reincida o agobie a la víctima. Y no digamos si el criminal no se retracta de sus actos, si persiste en su voluntad última de agredir o dominar a la víctima.

En el caso de ETA o del Procés, muy distinto en la gravedad pero similar en la finalidad política, el crimen se ha realizado por motivos políticos. Como forma del nacionalismo de provocar e intentar doblegar a los vascos y catalanes no nacionalistas. Al llevar a los criminales de vuelta allí, donde recibirán homenajes y trato diferenciado, se realiza una demostración de dominio.

Sólo hay que ver los homenajes a asesinos de ETA o a los agresores de Alsasua, los paseos de los nacionalistas catalanes de la mano de Otegi... El nacionalismo está transmitiendo al resto de vascos y catalanes un mensaje claro: da igual lo cruel del crimen cometido, siempre se priorizará el ser nacionalista.
Una manera cruel y amenazante de marcar el territorio: re-agraviando a la víctima.



 - Los medios de comunicación públicos. Marcar qué dicen y dejan de decir es una forma de mostrar poder. Los medios sin duda pueden utilizarse como elemento de propaganda y e incluso de adoctrinamiento. Pero no solo. También pueden ser utilizados para diferenciarse y mostrar dominio. En especial si se veta o censura algún tipo de ideología, simbología o idea. O si se exhibe que se controla el medio, que es tuyo.

Iglesias, con clara orientación al poder, nos muestra la importancia que le da a dominar los medios públicos. 




 - Otra forma de marcar el territorio, que no se suele resaltar tanto, es la de no permitir el acceso al resto. Evitar la colaboración y la interdependencia. O al menos el libre acceso.
De ahí que se prefiera echar el agua del Ebro al mar por Tarragona y que luego se desale en Almería antes que realizar un trasvase. O la ruptura de la Sanidad Publica.
En general, las muestras de colaboración lo son de interdependencia. Y por lo tanto contrarias a la muestra de domino. En tanto en cuanto se busque marcar el territorio, se intentará impedir la colaboración.


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P.S.1 (2 sept 2018) Sobre los lazos amarillos.

 Un artículo que clasifica con claridad lo que es aceptable en democracia y lo que no


Martí diferencia tres espacios de cara a la controversia sobre los lazos amarillos:

  - privado: en el que cada uno debe poder poner lo que quiera, expresarse.

  - público institucional: en el que no se pueden poner símbolos partidistas, pero tampoco se pueden quitar por un particular (va contra la ley, debe ser la propia Administración).
   Por ello en este caso es más grave colocarlo ya que la indefensión de la ciudadanía es aún mayor.

  - público no institucional: se pueden poner y quitar, ya que es considerado libertad de expresión.
   Pero tiene excepciones. Por ejemplo "no pueden hacer un uso exhaustivo, que agote o deteriore el espacio público, porque ello impediría expresarse a los demás" (yo añadiría, un uso que lo vuelva una propaganda agobiante e ineludible). Es decir, la expresión no puede inundar el espacio público y marcar el territorio.

Creo que con esto para mí queda claro cuál es el problema con los lazos amarillos. Que el nacionalismo los está utilizando de forma antidemocrática para marcar el territorio. Antidemocrático por su exhaustividad, que lo vuelve propaganda ineludible en vez de libertad de expresión, y con el agravante importantísimo de uso partidista de las instituciones públicas y de la autoridad (Mossos...)

Ponerse un lazo en la solapa es libertad. Llenar de lazos los lugares comunes es imposición.
Quitar lazos de los lugares comunes es defender de la libertad (y debería hacerlo la policía, servicios de limpieza…). Molestar a quien lleva un lazo en su solapa es imposición.

Si los nacionalistas hacen mal al marcar el territorio con lazos amarillos,lo razonable es quitarlos. Para defender la neutralidad democrática. No poner otros rojos entrando y validando su antidemocrático juego de marcado. Un juego q pervierte y sólo otra emociología podría ganar.

Si los políticos nacionalistas intentan sustituir la política por propaganda manipuladora, lo suyo es no entrar tampoco a ese juego, en ese circo. Conviene que los políticos no nacionalistas eviten caer en gestos de impacto propagandístico pero contenido confuso. Y sí exigir política limpia:
La sociedad quita los lazos porque quienes deberían hacerlo no lo hacen. No porque se considere razonable entrar en una guerra de símbolos. Los políticos lo que deben es afear a los nacionalistas su estrategia antidemocrática para que la sociedad lo entienda, denunciar las ilegalidades y exigir política limpia.



Cuando los lazos pasan de ser una forma de expresión a ser propaganda masiva, y las autoridades incumplen su obligación de velar por la neutralidad ideológica del entorno, quitar los lazos se convierte en una defensa de la libertad.
 



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