miércoles, 5 de diciembre de 2018

Extremismo y populismo en España


¿Es lo mismo un partido extremista que uno populista? 
¿Son lo mismo la extrema derecha o izquierda que el populismo?

Sin ser algo que esté nítidamente definido, yo creo que es claro que no.

Un partido populista es un partido con un discurso frentista, emocional y adictivo. Un partido que divide y enfrenta a la sociedad a partir de alguna faceta (nivel económico, lengua, bandera, religión...).




El populismo es la manipulación con historias de ilusión, indignación y supremacismo. Un tipo de demagogia que siempre incorpora alguna pretensión de superioridad (racial, cultural, ética...)



¿Y un partido extremista? La extrema derecha o izquierda sería eso mismo pero con un paso más: la justificación y uso de la violencia.


Un ejemplo de definición encontrada en la web (http://monografias.com ):

extrema derecha se emplea en política para describir a personas o grupos que apoyan las posiciones de la derecha política, defendiendo de forma violenta sus ideas o siendo partidarios del uso de estos medios.


Por lo tanto un partido populista sería otra cosa. Un partido manipulador pero no necesariamente violento. Todo partido extremista es populista pero no todo populismo es extremista.

Aunque no sea raro que los partidos populistas deriven en violentos a medida que consiguen poder, como ha ocurrido en Venezuela, creo que es importante tener clara la diferencia. Trump o el UKIP  pueden tener discursos con facetas populistas y es evidente que no son extremistas, no utilizan la violencia contra sus contrincantes.


Algunos ejemplos de la importancia de diferenciar entre populismo y extremismo:

 1) No es lo mismo un criminal que una persona violenta de la que sospechamos podría llegar a cometer un crimen. Uno merece la cárcel, el otro no. Con los partidos ocurriría lo mismo. Tiene sentido arrinconar (cordón sanitario) a un partido extremo, que coacciona, defiende o aprovecha la coacción para sacar adelante estrategias que si ella encontrarían oposición. Pero es exagerado e incluso injusto arrinconar a un partido populista, por mucho que nos pueda desagradar.

 2) Los partidos extremos siempre intentan justificarse acusando a sus contrincantes se serlo también. Por lo tanto, confundir ambos términos es facilitar la estrategia de los violentos. Es relativizar la importancia de la violencia.

 3) La confusión entre extremistas y populistas permite en la práctica, a todo el arco de partidos políticos, tanto exculpar a los violentos, resaltando tan sólo su faceta populista, como satanizar a sus adversarios, asignándolos la etiqueta de extremistas. Una confusión que manejada desde el interés partidista esta en la base de la tergiversación de la historia de ETA, de lo que se denomina equidistancia o de la teoría del conflicto. Primero se iguala y luego se diferencia cargando las tintas contra el adversario, no contra quien lo merece.




Vayamos a qué tenemos en España.

Vox es un partido claramente populista. De bandos enfrentados y discurso épico victimista. Pero no se le conoce ni violencia ni justificación de esta. Es decir, es fácil considerar que Vox es un partido populista de derechas, algo nuevo en la escena española. Pero no extremista, por mucho que algunos nos quieran confundir recordando los extremismos de derecha de la Guerra Civil o del franquismo.




Podemos, aun incorporando una cierta violencia (escraches, lazos fundacionales con Venezuela...), también es básicamente populista de izquierdas


Con algunos ramalazos extremos y ocasionales justificaciones de la violencia, Podemos a día de hoy no pasa de ser un partido populista. No creo que se pueda decir que apoyan o aprovechen la coacción violenta.
Un ejemplo de lo que sería este coqueteo con la violencia, un no rechazamos la violencias pero no la recomendamos.


 


Nos quedan los partidos nacionalistas. Y ahí sí que se ve violencia y coacción física. Los asesinatos de ETA no son simple criminalidad, son una forma de coacción brutal y efectiva de toda la sociedad. Y los partidos nacionalistas, que siempre han aprovechado esa intimidación para marcar y dominar el territorio, mantienen esa estrategia. Con disimulo, claro, ya que es ilegal, pero con clara eficacia.
Un ejemplo: al pasear por el País Vasco no se ve ni una sola bandera de España ¿no hay nadie que quisiese colgarla de su balcón? Es obvio que no, alguno habría, lo que hay es miedo.

Las brutales agresiones de Alsasua y el posterior apoyo a los agresores de los partidos nacionalistas son un claro indicio de que esa presión sigue. O una noticia de hoy mismo:



¿Conclusión? En el nacionalismo sí hay extremismo. No todos lo practican de manera activa, pero el nacionalismo no sólo despliega un mensaje populista que divide y enfrenta la sociedad. 



Sino que además se justifican los actos de violencia, se relativizan equiparándolos a una supuesta violencia opuesta del Estado y se aprovecha en la práctica la coacción que sufre la población no nacionalista.


No pretendo decir que todos los partidos nacionalistas sean extremistas. Puede ser cuestionable en los casos de partidos como el PNV, que despliegan la demagogia de la equidistancia y, aunque aprovechan claramente los efectos de la coacción, no la promueven. Pero algunos, como Bildu, sin duda son nacionalismo extremo.  

Y no lo eran los partidos nacionalistas catalanes. Al menos hasta el Procés, ya que este que ha incorporado, por mucho que sus protagonistas intenten negarlo, facetas de violencia e intimidación física y de utilización partidista de la coacción del Estado desde las administraciones controladas por el nacionalismo.




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P.S1: (5 dic 2018) Esta confusión entre populistas y extremistas facilita que Sánchez se apoye en partidos que están en una estrategia extrema (un golpe de Estado lo es, claro) y a la vez acuse de franquista (extremista) a su oposición.
O para que Cs acuse al PP de hacer lo mismo que el PSOE puesto que colaboró con el PNV al fijar el Cupo.

 

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