miércoles, 18 de julio de 2018

Si me quisiese cargar España...

Si me quisiese cargar España, lo primero que intentaría es hacerme con los medios de comunicación.

Los medios son para un país lo que para una persona es su diálogo interno. De ahí salen sus sentimientos e identidad, sus propósitos y también, claro está, sus pensamientos enfermizos y a adictivos.

Una sociedad piensa y siente lo que cada mañana y tarde ve, oye y lee en los medios de comunicación, que luego comenta y repite con los demás. Cada persona medita y digiere de alguna forma lo recibido, pero la conclusión de este proceso personal apenas tiene impacto en la sociedad. Apenas llega a nadie si no es a través de un medio de comunicación de masas (quizá aquí tenga que romper una lanza hacia medios no unidireccionales, como twitter o facebook, pero dudo que tengan verdadero impacto).

Así que ya tenemos lo primero: entrar en la mente de aquel a quien se quiera manipular. 





Una vez hubiésemos entrado en su mente, en sus medios de comunicación ¿cuál sería el siguiente paso?

Si los medios son el pensamiento de un país, lo que los dirige el día a día son sus partidos políticos. Podríamos seguir con el símil y considerar que los partidos son a un país como las pautas de comportamiento a una persona: levantarse temprano y dedicar la parte central del día a trabajar, no dejarse llevar por pasiones destructivas, arriesgarse a intentar cosas nuevas, no gastar más de la cuenta... todas estas pautas de vida son las que elegimos cuando votamos a los partidos para dirigirnos.

Así que el segundo paso para cargarse un país parece obvio. Lo segundo sería usar los medios para cargarse sus partidos políticos.

Que los partidos políticos nacionalistas con seny evolucionasen a la rauxa. Lo que en la práctica, en nuestro sistema, significa que los partidos nacionalistas de derecha fuesen sustituidos por sus hijos, los partidos secesionistas de izquierda y antisistema.








Que el partido de izquierda socialdemócrata, el PSOE, fuese sustituido por un partido de izquierda populista, como Podemos. Y el partido de derecha demócrata-cristiano fuese sustituido por un partido de derecha frentista o, dado que eso apenas tiene enganche en España hoy día, al menos por un partido antinacionalista.










Y ¿cómo se consigue que una sociedad renuncie a sus buenas prácticas, a esos partidos que le han traído la prosperidad y buena convivencia de hoy día, y opte por conductas radicales y destructivas?

Hay un refrán que dice: Dios ciega a quien quiere perder.
Y nada ciega tanto como las emociones, el fruto de los prejuicios (no todas las emociones son fruto de prejuicios, claro, pero los prejuicios sirven para generar emociones). Es decir, el medio para conseguir esa degeneración de los partidos políticos se basaría en la siembra de prejuicios, en la repetición constante desde de los medios de comunicación de ideas emocionales destructivas, de distorsiones.

La herramienta para destrozar los partidos políticos sería sembrar ideas/prejuicios destructivos. Ideas como por ejemplo:

 - Los partidos tradicionales son viejos, feos y corruptos. Deben ser despreciados frente a los nuevos y frescos. La experiencia y lo establecido no tiene valor.

 - No hay por que juzgar a los partidos por los logros que demuestren haber sido capaces de conseguir o los males a los que nos hayan arrastrado, sino por su discurso. Por si son capaces de ilusionar y movilizar emocionalmente a la gente. El análisis político debe pasar de centrarse en los hechos a hacerlo en el discurso.

 - Los partidos y el sistema no deben dirigir la sociedad, sino seguirla. Así que hay que promocionar ideas como la del "derecho a decidir", "democracia directa", "legitimidad enfrentada y por encima de la legalidad", "multiculturalismo frente a pluralismo"...

 - Los medios y partidos están para agradar a la sociedad. Así que quien no quiera quedar arrinconado deberá mostrarse siempre alineado con el sentir general (controlado este, como hemos visto antes, por los medios de comunicación). Es decir, debe imperar el dominio de lo políticamente correcto, silenciando a cualquier discrepante con la opinión y dirección mayoritaria.




 - Las campañas de desprestigio contra los políticos desde los medios se deben considerar aceptables. No hay por qué exigir a los medios equilibrio en sus valoraciones y una vara de medir homogénea y fiable. Los medios de comunicación no deben verse penalizados por participar en campañas de linchamiento.

 - ...


Es decir, todas ellas ideas que vienen a reafirmar el poder de los medios de comunicación sobre los partidos políticos. La opinión pública no como reguladora del poder sino como elemento director. Una suerte de mediocracia.



Y una vez tenemos claro el camino ¿podríamos analizar si se está recorriendo? Parece fácil. Habría que ver:

Si los medios siembran emociologías que dividen a la gente. Si promocionan lo que separa, como las lenguas locales o las estrategias "anti", frente a lo que une.

Si desprecian aprender de los hechos pasados permitiendo alegremente reproducir las conductas que nos llevaron ahí (por ejemplo: si el partido que nos llevó a una crisis de gastar un 10% más de lo que producíamos y a 5 millones de parados, se permite aumentar el gasto y déficit sin casi cuestionamiento mediático, o si quienes lanzaron en Procés se ven premiados y se les entrega más poder...).

Si los partidos tradicionales, con sentido de estado, van siendo sustituidos por versiones frentistas como Podemos y Vox. O como Bildu y ERC. O si derivan hacia versiones marketinianas de discurso cambiante según los vientos mediáticos, partidos de imagen e intriga pero sin hechos que valorar, como Cs o el PSOE de Sánchez.

O si, dentro de estos partidos tradicionales se intenta disminuir el peso del aparato y aumentar su dependencia de la opinión pública. Con primarias entre el electorado más radicalizado y adicto a los medios de comunicación, la militancia. (en eso valoro la segunda vuelta del PP, con compromisarios que son profesionales que se juegan algo, no mera opinión pública)


Así que sí, veo un cierto riesgo en la situación actual de España. Un riesgo a ir derivando hacia un modelo políticamente inoperante en el que en vez de elegir para la dirección a partidos que trabajen por el bien común, con profesionalidad y sujeto a controles de buena gestión, derivemos hacia unos partidos en el mejor de los casos orientados hacia la intriga y el marketing y en el peor hacia populismos frentistas y autoritarios.



Me da que los partidos necesitan a día de hoy un refuerzo. Algo que les permita no depender tanto de los medios de comunicación. O, al menos, que cada partido dispusiese de su medio de comunicación propio.

El sistema también debería protegerse de los excesos de la opinión. Protegerse de borracheras tipo Brexit, como de hecho la ley nos ha protegido a nosotros de un conductor al abismo como Artur Mas y su Procés. Y no digamos protecciones frente a populismos que, como vemos en Venezuela o Nicaragua, una vez enganchan tienen difícil marcha atrás.

 

Y creo que la sociedad necesita además incorporar algunos conceptos básicos de la llamada inteligencia emocional. Entender que no puede dejarse manejar alegremente por quienes controlan la opinión pública. Que necesita unos conceptos y habilidades para defenderse de los manipuladores emocionales.




 

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