Las democracias
parecen tender al bipartidismo. Dos pilares que le dan estabilidad y dinamismo.
El partido que llamamos
de derechas representa las fuerzas conservadoras. Temerosas y prudentes.
Cuando predomina su
faceta positiva, la prudencia, despliegan sobre la sociedad sentido práctico y
realista. Son constructivos y favorecen la prosperidad. Lo que en Cataluña se dio
en llamar el seny.
Cuando predomina
su faceta negativa, el temor, se cierran en si mismas frente a los peligros y
agresiones externas. Intentan blindar su territorio y rechazan cualquier
pérdida de su fuerza. Se vuelven aislacionistas, prejuiciosos e insolidarios.
El Partido que
llamamos de izquierdas representa las fuerzas progresistas. Idealistas e
imprudentes.
Cuando predomina
la faceta positiva, el idealismo, son motor de cambios en la sociedad. Le
presentan posibles mejoras y aportan el optimismo necesario para el cambio. Son
fuerzas de progreso y sentido social.
Cuando predomina
la faceta negativa el ideal se vuelve fantasía y la imprudencia apuesta por
cambios radicales (de raíz) que llevarían a supuestos paraísos que no tienen la
más mínima validación práctica.
Después de estas
obviedades… ¿qué se ve en el panorama catalán?
Un partido de
derechas, CDC, que ha renunciado al seny. Que apuesta por el más radical de los
cambios, crear un nuevo país y empezar ahí desde cero.
Unos partidos de
izquierda, ERC-CUP, que han renunciado al ideal social. Que, contagiados del
nacionalismo de la derecha, optan por el máximo aislamiento y la insolidaridad.
Que repiten los mantras del temor conservador: “los que son más pobres nos
roban, nos invaden y van a hacernos perder nuestras esencias”.
¿Conclusión?
Los partidos
nacionalistas catalanes, probablemente debido a los excesos propagándísticos
durante 35 años, han perdido el norte. No proporcionan ningún beneficio real a
la sociedad. Más bien la arrastran a un absurdo disfuncional y peligroso.
Recuerdo que en
la película “Un hombre para la eternidad” contestaron a Tomás Moro cuando dijo
sentirse en peligro: “Estás enfermo. Por Dios, Tomas, estamos en Inglaterra”.
Eso digo yo, menos
mal que estamos en la Europa actual. Espero que nos vaya mejor que a Tomás
Moro.
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